Jorge, un nombre que no nace de la guerra, sino del surco y del esfuerzo.
Por Ehab Soltan
Hoylunes – Dicen que no todos los héroes llevan armadura. Algunos llevan mochilas, libros o guitarras a la espalda. Otros simplemente caminan a contracorriente, con una sonrisa. En esta sección, «Hoylunes» no solo rastrea la etimología de los nombres: los revive. Porque un nombre no es un simple rastro, es una llama que no se apaga. Hoy escribimos sobre «Jorge».
El primer Jorge que conocí tenía las uñas llenas de tierra. Decía que su abuelo le enseñó a sembrar en silencio. Callado, feroz, tierno como un animal herido, amaba el color de las hojas cuando empezaba el otoño. No sabía pelear, pero cuidaba. Y eso —me enseñó— también era una forma de vencer.

Jorge, del griego «Geōrgos», significa “el que trabaja la tierra”. Un nombre que no nace de la guerra, sino del surco y del esfuerzo. Sin embargo, la historia le puso armadura: San Jorge, caballero mítico, mártir cristiano, matador de dragones. Lo convirtió en símbolo de reinos y resistencias. Su figura cabalga entre lo real y lo soñado. Pero bajo el casco hay un rostro humano.
Y ese rostro es el del Jorge que lee a Benedetti en una terraza de Bilbao. El que estudia biología en Salamanca porque quiere proteger especies que nunca veremos. El que toca el violonchelo en un metro de Madrid o el que, desde la barra de un bar en Sevilla, defiende con ironía y sabiduría la justicia y la buena cocina.
Jorge es, muchas veces, el que no huye. No del dolor, ni del trabajo, ni del amor. Lleva en su nombre la memoria de los que cuidan la vida: campesinos, soldados de paz, profesores, obreros. No levanta la voz para imponerse, sino para construir.

Según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España hay 180.105 hombres que llevan el nombre Jorge, lo que lo sitúa entre los 20 nombres masculinos más comunes del país. Además, en 2023, Jorge fue el nombre elegido para 849 recién nacidos varones, ocupando el puesto 40 entre los nombres de niño más populares ese año .
Y, sin embargo, su nombre sigue sonando como una canción épica. En la literatura, «Jorge Luis Borges» lo transformó todo, desde el tiempo hasta el idioma. En la poesía, «Jorge Guillén» nos dio la luz. En el teatro, «Jorge Eines» reformuló el cuerpo. En la política, el arte, el pensamiento, Jorge aparece como quien deja huella sin romper el suelo.
El dragón que mata Jorge no siempre es una bestia. A veces es el miedo, el prejuicio, la resignación. Cada Jorge, es un gesto de resistencia, pero no de violencia. Porque este nombre no se impone: se cultiva.

Y entre ellos, Jorge Alonso Curiel nacido en Valladolid, escritor, periodista, profesor y crítico cinematográfico con más de 25 años de trayectoria. Licenciado en Filología Hispánica, comenzó publicando en la Revista Cultural de la Facultad de Filosofía y Letras de su ciudad natal. Desde entonces, su firma ha dejado huella en medios, Es miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y actualmente colabora en «Hoylunes.com», donde ofrece una mirada reflexiva y apasionada sobre el cine.
Ese Jorge Alonso Curiel, ha visto pasar historias por la pantalla y las ha devuelto al lector con la precisión del que ama y entiende el lenguaje. Pero no se queda en la crítica: también escribe, enseña, escucha. Porque un Jorge auténtico no impone: siembra. Y espera a que germine el pensamiento.

Y si hoy recorres el «Museo Nacional de Escultura» en Valladolid, verás un San Jorge de alabastro que no clava su lanza en odio, sino en protección. Si caminas por Cáceres, puedes toparte con un mural que grita “No más guerras”: lo firmó un artista que también se llama Jorge. Y si asistes a un taller de huertos urbanos en Barcelona, quizás encuentres a un niño de 10 años que riega plantas con su abuelo. Ese niño también es Jorge. Y tal vez —solo tal vez—, será quien salve lo que quede.
¿Quién fue el primer Jorge que recordamos? Tal vez un abuelo con manos de tierra. Un amigo de infancia que hacía mapas en los márgenes del cuaderno. Un vecino que arreglaba bicicletas y sabía recitar a Lorca. Todos ellos, a su manera, herederos de una historia que sigue creciendo.
Porque Jorge, como nombre, como gesto, como decisión, es una forma de estar en el mundo con los ojos abiertos y el lenguaje afilado. Es un nombre que no alardea, pero deja huella. Que no grita, pero escribe.
Hoy, si lees un artículo que te hace pensar, si ves una película que no sabías que necesitabas, si encuentras una clase que enciende algo dentro, quizás detrás de todo eso esté un Jorge. Uno que, sin saberlo, sigue escribiendo su nombre en los márgenes del tiempo.
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